A religión antes de la independencia
El
descubrimiento y los posibles derechos de España como nación descubridora
quedaron vinculados a la religión. Los Reyes Católicos desde el
primer momento tuvieron conciencia de su responsabilidad evangelizadora, y
promovieron la evangelización de los indios con envíos de misioneros. En las
capitulaciones del tercer viaje de Colón (1497) dice “se ha de proveer que
vayan algunos religiosos clérigos y buenas personas”. La Reina
Católica reconoció a los indios como a vasallos libres, Fernando en su programa
de gobierno incluía la cristianización de los indígenas. Y los conquistadores.
Los
principales protagonistas de la primera evangelización fueron los franciscanos,
dominicos, agustinos y mercedarios. En la segunda mitad del siglo XVI se
incorporaron los jesuitas. Éstos en 1567 fundaron colegios en Lima, Cuzco y
Potosí, preludio de lo que sería su actividad docente y misional. En los
primeros años la aportación del clero secular fue más bien escasa. Pero al
organizarse canónicamente la Iglesia americana en diócesis, parroquias y
doctrinas, como sistema de evangelización, los seculares ocuparon también
terreno propio de las misiones.
Los
dominicos, con su llegada, “marcan un capítulo en la historia de aquella
Iglesia inicial: condenan la encomienda, censuran los malos tratos y ponen en
tela de juicio la licitud de la conquista” (Cf. Castañeda, 564). Con el fin de
facilitar la evangelización, los misioneros aprendieron, desde el principio,
las lenguas y dialectos de los indios, para explicarles en su propio idioma la
doctrina cristiana. Muchos misioneros estudiaron las culturas indígenas,
fundamental de las costumbres, creencias y tradiciones indígenas con el
objetivo de facilitar a los predicadores el conocimiento que les permitiese
comprender a los indios y llevarlos a la fe cristiana (Cf. Murillo 117-124).
Los misioneros necesitaban conocer a fondo la cultura occidental, para mejor
penetrar en el mensaje evangélico, y las culturas indígenas, para mejor
comunicarlo.
En
su metodología misionera se propusieron una triple tarea: aprender bien las
lenguas de los indios, conocer sus creencias, tradiciones y costumbres,
traducir a las lenguas indígenas la doctrina cristiana. Publicaron desde el
principio catecismos o doctrinas cristianas, que contienen la exposición elemental
de las verdades fundamentales.
Los
misioneros, desde su llegada, concibieron la evangelización del Nuevo Mundo
como una tarea educativa. Fundaron centros docentes a todos los niveles. Se
instituyeron centros interraciales, como el colegio externo de los jesuitas de
San Juan de Oaxaca y el de los agustinos de Tiripitío, y centros educativos
para niñas, en los que se promovió desde mediados del siglo XVI la educación de
la mujer, tanto indígena como criolla. La instrucción de niños y niñas incluía,
además de la doctrina cristiana, la lectura y escritura, nociones de
aritmética, música y artes y oficios. En las escuelas, que eran centros de
alumnos externos, se enseñaba catecismo, lectura, escritura cuentas y música.
Los colegios para hijos de caciques nacieron como internados.
Las
universidades, coronamiento del sistema educativo, surgieron en América, como
casi siempre aconteció antes en Europa, por iniciativa eclesiástica
En
1546, 54 años después de la llegada de los primeros españoles a América, la Iglesia
americana consiguió la autonomía jurídica con la creación de tres provincias
eclesiásticas o archidiócesis: Santo Domingo, México y Lima. La Iglesia
americana se asentaba sobre una evangelización llevada a cabo básicamente por
las Órdenes religiosas. Poco más de un siglo después de la llegada de los
españoles a América, en 1620, hay en la América española 35 diócesis,
organizadas en cinco arzobispados. La Iglesia jerárquica, además de ser un
referente religioso importante, representaba un poder diferente del político
colonial o republicano, y ha ejercido y ejerce su función por la denuncia o la
crítica abierta, y por la negociación. El catolicismo del Nuevo Mundo
asume el modelo jerárquico, teológico y popular del catolicismo de España y
Portugal.
La
región durante el proceso de las independencias
El
clero representó un papel fundamental en el momento de las guerras de la
independencia (1810-1824), pues su influencia, su prestigio y sobre todo su
plena integración en la sociedad iberoamericana hacían muy deseable su
colaboración.
Las
independencias dieron lugar a un periodo difícil para la Iglesia católica.
Debido a las guerras de independencia, los daños materiales fueron abundantes,
hubo numerosas bajas del clero en los combates, el clero legitimista fue
repatriado a España, se cerraron seminarios, escasearon las vocaciones y
abundaron las secularizaciones.
El
Papa Pío VII condenó el movimiento de independencia, apoyando los derechos
reales de patronato en materia eclesiástica de la monarquía española. Pero León
XII, su sucesor, se preocupó de restablecer los contactos desde México hasta
Chile y Argentina. A partir de 1835, la Santa Sede reconoció oficialmente la
república de Nueva Granada (actual Colombia), la de México y todas las demás
repúblicas.
La
religión después de las independencias
En
1825 Hispanoamérica, pronto comenzaron los conflictos de la Iglesia con los
gobernantes de las nuevas repúblicas. Las nuevas repúblicas comenzaron buscando
el apoyo de la Iglesia y deseando a la vez controlarla. Se abrió un periodo de
rivalidad entre Iglesia y Estado, en el que se enfrentaron anticlericalismo y
antiliberalismo.
Desde
finales del siglo XVIII, el liberalismo ilustrado había identificado a la
Iglesia con posturas retrógradas. Ahora podían eliminarla y sustituirla. A
mediados del siglo XIX la Iglesia se convirtió en el centro de una lucha
política que enfrentó a conservadores y liberales.
En
1889 la Iglesia quiso recuperar su plena autoridad sobre la cristiandad de
Hispanoamérica, tras tres siglos de patronato real. A finales del siglo XIX, la
Iglesia católica seguía conservando una gran influencia sobre la sociedad civil
iberoamericana, aun en las repúblicas donde permanecía marginada políticamente
(México, Brasil y Uruguay).
A
consecuencia de las independencias, la América de tradición católica sufrió en
el XIX profundos cambios. Catolicismo, sociedad, política y cultura han
avanzado unidos, a pesar de los conflictos, durante los tres siglos anteriores
a las independencias y aún después de las independencias en las repúblicas que
surgieron de la desintegración del imperio español. La unidad católica que
heredaron las nuevas repúblicas fue fruto de tres siglos de evangelización, en
que miles de misioneros gastaron su vida generosamente.
Aportes
de las culturas afrodecendientes
La
religión para los afro descendientes es como para muchas otras comunidades, una
representación de su cultura y de su tradición ancestral. Uno de los aspectos
que prevalece de la religión afro de sus orígenes históricos, en la religión
actual es especialmente como comunidad defensora de sus costumbres y en busca
de una diversidad de exigencias al estado, a la memoria histórica y a la misma
sociedad.
El
cristianismo es uno de los elementos que interviene en la mezcla de muchas
creencias no propias ni originarias de los afro descendientes. Esta religión no
solo fue el elemento de aceptación de las costumbres y formas
culturales europeas a los afros. De la misma manera religiones como
la católica, el budismo y prácticas como el candomblé han conformado unas
prácticas religiosas y sagradas interesantes y representativa para las
comunidades Afro especialmente en Uruguay, Colombia y Argentina.
Antes del siglo XIX la religión católica y
cristiana que se les era impuesta a las comunidades Afro en sur América,
especialmente en Brasil era un instrumento de acusación y
estigmatización a su color de piel y a su condición de "diferente". Ha
existido una evolución en cuanto a que la obligación de ser
y pertenecer a unos cánones religiosos ha sido reducida
a una elección subjetiva de las personas afro descendientes y en
consecuencia de las comunidades Afro.
Tendencias
protestantes y su llegada al país
La presencia del cristianismo en Colombia se eleva a la llegada de
los españoles en el siglo XVI, quienes impusieron el catolicismo como una
columna fundamental de todo el proceso colonizador. Ello determinó la unidad
entre la Iglesia como institución y el estado colonial, así como el
establecimiento del catolicismo como religión monopólica, eliminando la
posibilidad de reconocimiento oficial de todas las antiguas formas de expresión
religiosas del mundo prehispánico, de los esclavizados provenientes de África,
de los judíos sefarditas y de los mahometanos que huían de la persecución en la
Península, o del naciente protestantismo que hubiera podido infiltrarse a
través de algún inmigrante europeo.
En el siglo XIX cuando se estableció el estado independiente y se
pretendió asignarlo a una estructura liberal siguiendo el eje de la revolución francesa.
Los programas de los partidos |políticos eran muy parecidos descartando el
papel que la Iglesia en el nuevo Estado. Las guerras civiles y confrontaciones
regionales entre liberales y conservadores, sobre todo desde la segunda mitad
del siglo XIX, estuvieron atravesadas por esta discusión. La primera separación
Iglesia y Estado producida en América Latina se dio en Colombia en 1853 y las
medidas liberales tomadas por el régimen del Liberalismo radical afectaron a la
institución eclesiástica, y comprometían su autonomía y se llevaron adelante
sin reducir la violencia, y enviando al exilio a los líderes religiosos. Al mismo
tiempo, con apoyo de los líderes liberales, el protestantismo (Iglesia
Presbiteriana) llegaba a Colombia en 1856, aunque nunca logró un gran
desarrollo a pesar de contar con el apoyo del partido gobernante.
A fines del siglo XIX la situación del país era políticamente
caótica y económicamente destrozada. Sectores liberales y los conservadores
consideraron necesario retornar a un sistema de cristiandad mediante una
constitución centralista (1886), que reconocía al catolicismo como la religión
oficial y la obligaba a ayudar al estado a mantener el orden social, la Iglesia
vuelve a establecer una enorme red de servicios sociales que por una parte
atienden las necesidades básicas de los más vulnerables, pero por otra, a lo
largo del siglo XX, convertirá al catolicismo en un espacio de creación de
diversos movimientos sociales con fuerte presencia en la vida nacional.
Jóvenes cristianos y algunos sacerdotes y religiosos, conscientes
de las injusticias sociales, se situaron en buscar una salida política en la
guerra revolucionaria en Colombia y en toda América del Sur. El Estado utilizó
la fuerza para reprimirlos. Laicos, religiosos sacerdotes y obispos
sufrieron la persecución, el martirio, al igual que lo hicieron en otros
estados latinoamericanos.
El conflicto social y armado desde finales de los setenta hizo que
los diferentes gobiernos hasta la actualidad plantearan diversas propuestas. La
presencia de la Iglesia, en particular los obispos, en dinámicas de negociación
se fortaleció la imposición de medidas de fuerza para enfrentar los conflictos
sociales y la acción de los grupos insurgentes.
Durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) se impulsó
la política de paz consistente en encontrar una salida política al conflicto.
Frente a esta propuesta fue clara la indiferencia y el escepticismo de la
Conferencia Episcopal a excepción de algunos obispos, debido a la incomprensión
del conflicto y sus actores. La toma guerrillera del Palacio de Justicia fue
utilizada por los militares y dirigentes de la derecha para liquidar
todo intento de Paz negociada.
Durante el gobierno de Gaviria se llamó a una Constituyente que
había sido propuesta en las elecciones del 90 y en 1991 dio nacimiento a una
nueva Carta que tuvo como característica su reconocimiento al pluralismo
religioso y la diversidad étnica y cultural de la nación, reconociéndose
derechos tanto para las minorías religiosas como para los indígenas y
comunidades afrocolombianas.
A partir de los noventa fue más significativa la acción de la
Iglesia en torno a una salida negociada y en la defensa de los derechos
humanos. En las negociaciones de paz estuvo dispuesta a mediar y cuando surgían
las dificultades en los diálogos como en la administración de César Gaviria
(1990-1994), la iglesia fue una alternativa a la que acudían las partes para
desbloquear las largas pausas.
La crisis presentada durante el gobierno de Ernesto Samper
(1994-1998) hizo que los esfuerzos del gobierno se centraran en asegurar la
permanencia del presidente en su cargo y dejaran de lado las propuestas que
tenía en materia de paz. De la Conferencia Episcopal surgían propuestas
convocando a la sociedad civil a organizar el trabajo por la paz y la defensa
de los derechos humanos. La conferencia Episcopal pasó a denunciar al
narcotráfico como una de las principales causas de destrucción social, de
financiación de la guerra, desintegración social y de crear una cultura de la
ilegalidad, del dinero fácil y causa de corrupción.
Los costos para las Iglesias Cristianas (católica y
no-católicas) por asumir estas posiciones han sido muy altos. El trabajo entre
los sectores populares y entre las víctimas del conflicto le ha valido a los
distintos sectores del Catolicismo las críticas de los grupos armados, tanto de
la guerrilla como de los paramilitares y de los organismos de seguridad del
Estado
Bibliografía
I. Murillo, la religión antes y después de las
independencias, junio 2011
M. Espitia, creencias religiosas- afrodesendientes
A. Bidegain, la religión en el conflicto, marzo 2005
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